sábado, 6 de septiembre de 2014

Libro: El retrato de Dorian Grey

Este libro de Oscar Wilde publicado en 1890, trata el tema de la eterna juventud. Un pintor queda impresionado de la belleza del joven Dorian Grey y pinta su retrato. Dorian vive en plena era victoriana. Recordemos que las guerras de Napoleón Bonaparte se habían terminado en 1815 y pronto entraría en escena la poderosa Gran Bretaña como principal potencia del mundo. La reina Victoria (o la Emperatriz, como a veces se la llamaba) gobernó este inmenso reino expansivo durante un largo período de 63 años, sólo tenía 18 años cuando fue coronada como reina de Gran Bretaña. El pintor declara que sería dichoso si Dorian pudiese permanecer así como está en el retrato para siempre  y ese deseo se hace realidad a costa de que Dorian cometa todo tipo de atrocidades, hasta llegar al crimen. Impresiona la forma en la que Oscar Wilde relata las escenas en las que el joven Dorian mira el retrato envejecido y su rostro inmaculado. La verdad es que el libro tiene frases, citas, diálogos,... geniales, que te hacen reflexionar sobre la naturaleza humana. Las criticas que tuvo el libro cuando salió, fueron pésimas: la sociedad lo consideraba escandaloso y provocativo. Adjetivos como "Nauseabundo, sucio y afeminado" fueron los que le adjudicaron . En 1895, durante el juicio en el que se acusaba a Wilde de sodomía e indecencia, se usó El retrato de Dorian Gray como prueba en contra del escritor.
El 27 de mayo de 1895 Oscar Wilde fue condenado a dos años de prisión y trabajos forzados. Las numerosas presiones y peticiones de clemencia efectuadas desde sectores progresistas y desde varios de los más importantes círculos literarios europeos no fueron escuchadas y el escritor se vio obligado a cumplir por entero la pena. Enviado a Wandsworth y Reading, donde redactó la posteriormente aclamada Balada de la cárcel de Reading, la sentencia supuso la pérdida de todo aquello que había conseguido durante sus años de gloria.
Recobrada la libertad, cambió de nombre y apellido (adoptó los de Sebastian Melmoth) y emigró a París, donde permaneció hasta su muerte. Sus últimos años de vida se caracterizaron por la fragilidad económica, sus quebrantos de salud, los problemas derivados de su afición a la bebida y un acercamiento de última hora al catolicismo. Sólo póstumamente sus obras volvieron a representarse y a editarse. En 1906, Richard Strauss puso música a su drama Salomé, y con el paso de los años se tradujo a varias lenguas la práctica totalidad de su producción literaria.


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